jueves, 16 de noviembre de 2017

Un domingo por la tarde

Isaac Felipe Montoro

Isaac Felipe Montoro, además de escritor tenía otras cualidades artísticas, por ejemplo: tocar la guitarra y cantar.

Un domingo por la tarde llegó de visita a la casa, y conversando, le pedí que nos deleitara con algunas canciones.

Afinó mi guitarra, y mientras se preparaba para iniciar su repertorio, comencé a llamar a mi familia que poco a poco iban llegando.

Cada canción con sus respectivos aplausos, les comento que cantaba y tocaba desde muy joven y lo hacía muy bien.

En un momento dado, mi tío me pregunta:

“¿Qué quieres que cante? Yo canto de todo”


Recuerdo esas palabras como si las hubiera dicho ayer.
Y es así que nos embelesó con boleros, tangos y zambas argentinas, que seguramente las recordaba de los días en que vivió por esas tierras.

viernes, 10 de noviembre de 2017

Yo fui MENDIGO

Isaac Felipe Montoro
Isaac Felipe Montoro




















Mi tío Isaac fue un periodista que se hizo mendigo para escribir un artículo en el matutino el Expreso, en el año 1961, que luego se convertiría en su famoso libro:
                          “Yo fui MENDIGO”
Mi papá me contó, que mi abuelita no estaba enterada de esta aventura,  hasta que alguien le dijo que había visto a su hijo pidiendo limosna en la puerta de la Iglesia de La Merced, en Lima.
Ella se preocupó, pero finalmente todo quedó como una anécdota familiar.
Pero volviendo al libro de mi tío, en el prólogo que hace Juan Gonzalo Rose, dice lo siguiente:
La singular misión de Isaac Felipe Montoro, que fue seguida ávidamente por miles de lectores de este diario, abrió un nuevo método para la obtención de la noticia fidedigna y exacta. De allí en adelante, no será raro que cualquier periodista  se haga recluir en una cárcel, se vuelva monje u opte por la política para describir a sus lectores, vívidamente, las sensaciones y problemas de los personajes de “este gran teatro del mundo”.
Esta descripción relata el gran acontecimiento que fue la experiencia y obra de Isaac Felipe Montoro.
Les comparto cómo inicia su libro:

“Me senté sobre la vereda, recostando la espalda contra la barroca fachada de la basílica La Merced. Sentía la morbosa humedad del clima limeño y ansiaba que cayera el tibio sol de octubre. Extendí la palma de la mano esperando el contacto de una moneda. Me había convertido en el típico mendigo de la ciudad; lo delataban así, los harapos que exhibía. Mi larga cabellera enmarañada, mi tupida barba teñida de blanco, mi tez magra y macilenta, mi sombrero de flecos agujereado, movían a una terrible compasión.

La primera vez que cierta alma bondadosa, puso el tosco metal en mi mano, sentí una especie de escalofrío. ¡Pero, entonces, mi semblante realmente inspiraba lástima! Mi corazón retumbó tanto de emoción que no pude responder las gracias. Quien tuvo tal gesto fue un feligrés que entraba al templo para oír el santo oficio.

Ahora, que empezaba a representar mi papel con éxito, comprendí que debía perder el miedo. Me creyeron un anciano... ¡Ni para qué dudarlo! El mismo guardia se tragó el anzuelo:

A otro lado viejecito – dijo -, en este lugar está prohibido, puede llegar el oficial y me echa un sermón.” (Montoro, 1978, pp.11-12).


Bibliografía: Montoro, I.F. (1978), Yo fui Mendigo. (3ra. ed.). Lima, Perú: PEISA. 11-12